Abuela, ¿me escuchas? ¿sientes mi mano cerquita? ¿oyes lo que te cuento sobre ella?... Yo sé que ese pañuelo de gitana y tus ojos tibios aún responden a mis llamados. Abuelita, creo que aunque nunca la conociste, sé que lo primero que me susurrarías al oído si la vieras sería: ¡que buena moza! y me lanzarías una mirada cómplice y de orgullo por tu nieto segundo. Abuelita, ¿sientes mis dedos delgados y finos como los tuyos?, ¿tocas mi lunar en la palma de mi mano?. Abuela, yo sé que a ella le hubiese gustado conocerte y conversar contigo cuando estabas mejorcita. Ella se interesa por esos temas en los que las personas -gitanas como tú- son las protagonistas de grandes historias.
(Me acaban de llamar del trabajo. Necesitan que de las coordenadas para colocar las torres por los cuales se suspenderán los cables que transportarán la energía eléctrica en un pueblo de Mala)
Ya me voy abuelita, ya me estoy yendo. Prometo venir a visitarte más seguido y contarte el misterio de porque mis manos un tiempo estuvieron tan ásperas e insensibles. Ahora -como me enseñaste- te voy a persignar: en el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo, amén.
Hasta pronto
tu nepoto
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