La paz de La Paz
A raíz de la indignante noticia de las dos jóvenes viajeras argentinas asesinadas en Ecuador, me ponía a reflexionar en la necesidad y el derecho que tenemos las mujeres de no solo viajar, sino transitar libremente y con tranquilidad en nuestra propia ciudad: donde trabajamos, estudiamos, juergueamos, etc. En resumen, donde pasamos la mayor parte de nuestras vidas.
Ya llevo casi tres meses viviendo en La Paz, Bolivia; y si bien extaño bastante la gastronomía peruana, mi familia y amigos/as; algo que no podría extrañar jamás es la violencia de Lima. Estoy segura que la mayoría de mujeres - y sobre todo si están viviendo en otras ciudades o tienen la oportunidad de viajar fuera- hacemos el ejercicio de comparar cómo se siente caminar por las calles de Lima (sin excepción de distritos), frente a caminar en otros espacios públicos.
La triste conclusión es que caminar en Lima nos expone a una violencia y peligro constante.
¿Por qué? porque las mujeres no podemos caminar tranquilas. Siempre hay algún hombre (o grupo de hombres) que no dejan de mirarnos con prepotente lujuría (como pollitos a la brasa) y no bastando con eso, nos gritan groserías, nos invitan a pasear con ellos, se burlan de nuestras negativas y acaban denigrándonos con cada gesto obsceno.
¿Y qué pasa cuando tomamos el transporte público? cobradores, choferes y otros pasajeros también están ahí violentándonos: lascivas miradas, "punteos" o "toqueteos" teniendo como excusa tonta los movimientos intespestivos del carro. Pensando que en el transporte privado nos podría ir mejor, tomamos un taxi y el chofer no deja de mirarnos por el espejo retrovisor, nos asusta las rutas desoladas que toma, se nos pasa por la cabeza las mil y una formas de escapar si la cosa se pone peor: bajar la luna, gritar, abrir la puerta, saltar... exponernos nuevamente a la calle de donde huimos.
¡Qué diferencia con La Paz! Acá sí se transita en paz. He tratado de indagar un poco con algunos/as conocidos/as paceños/as y si bien me dan distintas opiniones desde que tiene que ver con la propia timidez de las poblaciones ubicadas en zonas alto andinas, hasta que tiene que ver con el clima (?); lo cierto es que en estos tres meses jamás he querido "huir" de la calle, he caminado y camino con la confianza de que lo peor que me podría pasar es empaparme si llueve repentinamente porque olvidé sacar el paraguas.
Sí, estamos a más de 3600 msnm, hace frío, los pasajes Lima-La Paz son bien caros (porque no hay mucha demanda), la comida no es como la peruana (ni mejor ni peor), se extraña a la familia y amigos y... por qué no decirlo, la variada oferta comercial y de entretenimiento limeña. Pero la paz de La Paz es algo muy valioso y totalmente envidiable para mi y creo que también lo sería para la gran mayoría de mujeres que conozco y que viven expuestas a la violencia machista diaria impregnada en todos los aparatos del sistema que para variar no hacen nada para protegernos.
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